lunes, 24 de noviembre de 2008

octavo paso

Una aventura fascinante: aprender a vivir con los demás.

Octavo Paso A.A.: "Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos".

El Octavo Paso, así como el Noveno se enfocan en las relaciones personales. Una vez que dimos una mirada a nuestro pasado, mediante el Cuarto Paso y nos dimos cuenta dónde y cómo hicimos daño. "... hacemos un enérgico esfuerzo para reparar el daño que hemos causado", para desde ahí en más, tratar de tener mejores relaciones con los demás.
Podemos leer en el libro 12/12: ¡Menuda tarea! Tal vez la podemos hacer con creciente destreza, sin jamás acabarla. Aprender a vivir con un máximo de paz, cooperación y compañerismo con todo hombre y mujer, sean quienes sean, es una aventura conmovedora y fascinante. Cada miembro de A.A. se ha dado cuenta de que no puede hacer casi ningún progreso en esta aventura hasta que no se vuelva atrás para repasar, minuciosa y despiadadamente, los desechos humanos que ha dejado en su trayectoria. Hasta cierto grado, ya lo ha hecho al hacer su inventario moral, pero ahora ha llegado el momento de redoblar sus esfuerzos para ver a cuántas personas ha lastimado y de qué manera. El volver a abrir estas heridas emocionales, algunas viejas, otras tal vez olvidadas, y otras más todavía supurando dolorosamente, podrá parecernos al principio una intervención quirúrgica innecesaria e inútil. Pero si se comienza con buena voluntad, las grandes ventajas de hacerlo se manifiestan con tal rapidez que el dolor se irá atenuando conforme se vaya desvaneciendo un obstáculo tras otro". (12 Pasos 12 Tradiciones; pags. 75-76; Octavo Paso).
Personalmente este Paso fue un fuerte obstáculo. Montones de justificaciones y negaciones acudían a mi mente para rechazar una y otra vez la dupla del Octavo y Noveno Paso. Mi orgullo y mi temor comenzaron a ceder, solamente cuando me abrí a la posibilidad de romper el aislamiento con mis semejantes. Mi pasado era un catálogo en blanco y negro de relaciones rotas y deterioradas, con un equipaje repleto de resentimientos, culpas, justificaciones y una muy devaluada visión de los demás. Todo esto con un resultado que crecía día a día: un marcado aislamiento de las demás personas. Hasta que al fin comencé a darme cuenta que el único perjudicado era yo. Mis resentimientos y mi culpa estaban presentes en todo momento, amargándome la vida. Desconfianza, mal humor, estallidos y desbordes emocionales contaminaban constantemente mis días. Y así poco a poco comenzó a crecer en mí la necesidad de hacerme responsable de mis historia y dejar de jugar a ser la eterna víctima. Recién ahí, no muy convencido por cierto, me dispuse a reparar los daños.

1 comentario:

AG dijo...

Como no recordar, hasta se me puso chinita la piel