Si nos aceptáramos exactamente tal como somos, podríamos comprendernos y perdonarnos, para recién ahí iniciar el tan deseado proceso de cambio. Aceptando lo peor de nosotros, sin "victimizarnos" echándole la culpa a los demás y sin resistirnos obstinadamente a las dificultades actuales.
Aceptarnos, comprendernos, perdonarnos y dejar de echar la culpa a los demás. Hacernos responsables de todas las dificultades.
Dice el Libro Grande en la página 58: "Así es que nuestras dificultades, creemos son básicamente producto de nosotros mismos, surgen de nosotros, y el alcohólico es un ejemplo extremo de la obstinación desbocada, aunque el piense que no es así".
Cuando logramos aceptarnos tal cual somos, y hacernos cargo de todas nuestras dificultades sin echar culpas, no generamos resentimientos con los demás y asumimos la responsabilidad de nuestra experiencia.
Muchos de nosotros vivimos atormentándonos constantemente con frases del tipo: ¿No puede ser, a mí siempre me pasa lo mismo!, y generalmente se nos ocurre como solución el famoso: ¡Tengo que cambiar, tengo que cambiar! para finalmente "no cambiar nada". Sin darnos cuenta que el proceso de cambio se inicia con la aceptación de lo que somos y lo que nos sucede.
Con nuestra forma de beber sucedió lo mismo. Mientras nos resistíamos, intentando controlar la copa, o justificabamos nuestra manera de beber, echándole la culpa a los demás y a las circunstancias, la mayoría de nosotros fracasó. Cuando al fin aceptamos que éramos impotentes ante el alcohol y nos rendimos, por fin pudimos comenzar a superar la obsesión por la bebida.
domingo, 9 de noviembre de 2008
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